En 1922, Howard Carter asomado a un pequeño agujero, iluminó con la luz de un candil la tumba esplendorosa e intacta de un faraón menor – que pasó por la historia sin pena ni gloria -. El anonimato de Tutankhamon preservó su tumba y sus ingentes tesoros a salvo de los ladrones y el saqueo y permitió el fabuloso hallazgo. Asombrado e impactado por la visión del tesoro, el arqueólogo inglés exclamó “Veo cosas maravillosas”.
Ahora, 90 años después, algunos seguimos esperando ese resquicio de luz temblorosa que ilumine cosas maravillosas. A nivel global el tesoro sigue tan enterrado que ni se huele, nos hablan de rescate, de riesgo, de bancarrota global, de caída del euro, de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.
No sé, tal vez sea así, pero ¿no tendrán un poquito de responsabilidad aquellos que nos daban una hipoteca con sólo presentar en sus oficinas bancarias la tapa de un yogur? ¿los que nos incitaban a ampliar la hipoteca para comprarnos un coche de alta gama? ¿los que nos convencían de que éramos solventes, de que éramos capaces de endeudarnos al 80% de nuestros ingresos?
Hace unos días, al fin, el Gobierno (con mayúsculas, pues son los que rigen nuestro destino) se decidió a admitir que necesitamos la ayuda de Europa. Oficialmente han solicitado un máximo de 100.000 millones de euros para ”recapitalizar el sistema financiero español”, o sea, para insuflar algo de aire al enfermo agonizante – tengamos en cuenta que el rescate de Grecia supuso 240.000 millones -.
Lo malo no son los intereses que tendrán que pagar nuestros hijos, no, lo malo son las condiciones – la letra pequeña – para recibir ese dinero: aumento del IVA, más impuestos, más flexibilización del mercado laboral, menos coberturas sociales, más copago sanitario…
Y yo, particular y egoístamente, lo que necesito es subirme al taburete de Carter, encender el candil de aceite y oliendo a mecha quemada, alargar el brazo e iluminar el agujero de las cosas maravillosas, quiero que me deslumbre el oro, la máscara funeraria más perfecta de la historia de la humanidad, las estatuillas, los frescos, las escenas pintadas por los más grandes artistas…
Y encuentro estas joyas en el video de mi sobrino Alvaro, de tres años, felicitando a mi prima por su cumpleaños – recordándole que le lleve “chuches” – o en la noticia más maravillosa que la vida me ha regalado hace unos días.
lo que necesito es subirme al taburete de Carter, encender el candil de aceite y oliendo a mecha quemada, alargar el brazo e iluminar el agujero de las cosas maravillosas
Si nos centramos en la espiral de pesimismo que nos rodea, seremos incapaces de aplicar con templanza las soluciones, porque las hay. Escuachando esta mañana en la radio a Alex Salou, autor del muy recomendable video Españistán y del libro Simiocracia, comprendemos que el miedo al rumor lo convierte en real. Cuando se rumoreó hace unos años que iba a haber escasez de productos básicos en los supermercados, el pánico provocó avalancha de compradores que fueron los causantes reales de la escasez rumoreada. Si ahora se instaura el miedo al corralito, un tropel de clientes angustiados sacando el dinero de los bancos provocará el cataclismo temido.
Por eso abogo por tratar de mantener viva la débil llama del candil esperanzador, el que ilumina el futuro lejano, muy lejano, pero lleno de esperanza.
Eso es lo que yo enseñaré a mi hija: el futuro existe, lo estamos conformando ahora, y si me asomo al agujero sólo puedo exclamar, “Veo cosas maravillosas”.
Enlaces:
Video Españistan
Howard Carter