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Anteayer participé en un interesante debate, en un foro familiar, sobre la huelga y la situación actual del país. Algunos defendían la inutilidad de la protesta, argumentando que lo que les interesa a los políticos es que pataleemos, para que creamos que hacemos algo para cambiar las cosas, tranquilizando a nuestras conciencias, pero dejando intacto el estatus quo. Otros indicaban que protestar es el camino, porque llamar la atención haciendo ruido hace que los gobernantes vuelvan la mirada hacia el conflicto y se den por enterados. Los defensores de la inutilidad de la protesta, proponían un cambio de modelo desde la base, desde la educación a los hijos que traerá el cambio tras varias generaciones.

Yo opino que protestar sí sirve – lo cual no quita que simultáneamente nos afanemos en educar a nuestros hijos en la creencia de que otro modelo de sociedad más justo y humano es posible – y hay varios ejemplos que lo demuestran.

Uno de ellos es el de la plataforma Stop Desahucios, que ha puesto el foco en este drama del impago hipotecario, y ha conseguido que los medios de comunicación presten atención, y por tanto los políticos, – al fin y al cabo lo que les preocupa es que la mierda les salpique y la mancha sea visible a través de la televisión – , también es cierto que los suicidios de dos desahuciados ha multiplicado el efecto cual caja de resonancia.

Otro es el del Hospital madrileño de la Princesa, avocado a su privatización total por parte de la Comunidad de Madrid, cuyos trabajadores han organizado ruidosas peticiones de firmas – incluso la alcaldesa de Madrid la ha firmado – y protestas. Las últimas noticias parecen confirmar que la Comunidad va a dar marcha atrás, al menos en algunos aspectos de la privatización del hospital.

No sé si la huelga de ayer fue un éxito o un fracaso, porque si leo la prensa tradicionalmente de derechas aparentemente fue un fracaso y bastante violenta, y si leo las páginas de los periódicos supuestamente de izquierdas, ha sido un éxito sin paliativos. Lo que es evidente – solamente hay que ver las imágenes de Madrid – es que la gente apoyó la manifestación masivamente, me da igual que se digan cifras irrisorias, a simple vista se comprueba que hay varios cientos de miles de ciudadanos, simplemente comparando con cifras e imágenes de otras ocasiones.

¿Esto que quiere decir? ¿Que la gente no hizo huelga y fue a la manifestación después del trabajo? ¿Que la gente sí hizo huelga y se sumó a la marcha? No lo sé. Sólo puedo hablar desde mi micro mundo, desde el debate entre primos en el que algunos no hacían huelga por miedo, otros la hacían, otros iban a la manifestación y todos estábamos indignados con la situación actual y de acuerdo con que hay que cambiarla.

Leo la noticia de que en Atocha se repartieron folletos que incluían un lazo naranja. El lazo naranja para que se lo prendieran los que no hicieron huelga porque no pudieron, no les dejaron, o no se atrevieron, y sin embargo apoyaron la protesta sin ambages.

Es triste que tenga que existir un lazo naranja porque no se pueda ejercer libremente el derecho a hacer huelga. Al final voy a tener que dar la razón a un amigo que me dice que estamos en una dictadura encubierta, el mismo que asistió con ojos llenos de pánico a una escena en la que los supuestos defensores de la ley y el ciudadano, se ponen de parte de los dictadores y lanzan pelotas de goma contra transeúntes que solamente pretenden volver caminando a casa, después de expresar pacíficamente con libertad su disconformidad con las políticas del gobierno del PP.

Lo peor es que a lo mejor ni siquiera soy capaz de colocarme en la solapa el lazo naranja.

No conviene señalarse.

Enlaces:

 El Gobierno regional recula en su plan para el hospital de La Princesa

 “Si no puedes hacer huelga… ponte el lazo naranja”

El otro día comentamos (ver «la chispa adecuada» http://wp.me/p1KYGc-X) que los acontecimientos suceden por una causa primitiva y los efectos se desencadenan de manera progresiva e imparable.

Ha llegado el turno de Londres.

Aunque la revuelta ha tenido (tiene) más de saqueo que de protesta indignada. ¿Qué tipo de situación puede llevar a un profesor a saquear junto a un alumno, menor de edad, un comercio? ¿Qué motivación impulsa a las hordas de personas de toda condición y raza – las autoridades insisten en que no se trata de una protesta racial – a arramblar con televisores (de pantalla plana, of course), portátiles, ropa de marca, etc. sin ningún tipo de rubor? Desde mi punto de vista esto no obedece a una reacción ante recortes o una situación económica injusta, si me apuran, ni siquiera obedece a un grito de protesta frente a la muerte – bajo investigación – de un joven negro (odio la expresión «de color«) abatido por la policía. Esto es lisa y llanamente aprovechar la coyuntura, el calor de la masa, para desvariar, para delinquir con impunidad.

Me temo que es un síntoma de los tiempos que vivimos.

Imaginen esta escena: un camión que transporta i-pads vuelca en la carretera desparramando toda su carga. Confieso que he sido el primero en pensar «coge uno» (o dos), «si no lo hago yo, lo hará otro», «lo paga el seguro, no es robar», «ya ganan demasiado dinero». ¿Alguien se ha imaginado asistiendo al camionero?

Es cuestión de prioridades.

En la pirámida de necesidades de Maslow la aceptación por parte del grupo está englobada en el «Reconocimiento», casi en la cúspide. Estos vándalos que arrasan agenciándose de tecnología o ropa que no pueden pagar con sus miserables salarios (o ayudas sociales) no hacen otra cosa que satisfacer esa necesidad penúltima de sentirse parte del grupo, necesitan ser aceptados y reconocidos.

El problema no es sólo económico – que indiscutiblemente lo es – , es educativo, el transfondo, el terrible y doloroso transfondo es que estamos siendo incapaces de inculcar a nuestros hijos (no me quito de la cabeza la historia del profesor y su alumno pillados con las manos en la masa) unos mínimos valores de decencia que les permitan discernir que no está bien dejarse llevar por el primitivo instinto que nos impulsa a destrozar o robar por el mero hecho de tener ganas de hacerlo.

Lo peor está por llegar y no puedo menos que echarme a temblar (llámenme agorero) pensando que el contagio es inevitable.

Ya nos llegará.

Como dice la canción «todo arde si le aplicas la chispa adecuada». A pesar de que el otro día el mundo se convulsionaba y yo no podía evitar sentirme como un espectador, he de reconocer que «soplan vientos de cambio» (hoy estoy muy musical) impulsados por «chispas adecuadas».

En Israel se están produciendo las movilizaciones más multitudinarias desde su fundación en el siglo XX, los «indignados» israelíes afirman que han copiado el modelo de movilización de la «Spanish Revolution». El movimiento 15M español reutilizó las fórmulas de comunicación de las revueltas árabes, especialmente la egipcia… Los egipcios siguieron el ejemplo de sus vecinos tunecinos.

¿Y en Túnez? ¿Cuál fue la chispa? La chispa fue la inmolación a modo de protesta de un joven que sólo pretendía poder ejercer su derecho a trabajar, a vender fruta en su modesto puesto callejero.

Mohamed Bouazizi estaba harto de la corrupción de los funcionarios y los policías que le exigían el usual «impuesto revolucionario» para poder ganarse la vida decentemente. La chispa que prendió la llama fue la humillante bofetada que a Mohamed le propinó una agente de policía especialmente beligerante con su actitud de protesta y rebeldía ante la injusticia. Mohamed decidió quemarse vivo delante de las autoridades para ejemplarizar lo que sucedía en todo el país. La actitud paternalista y cínica del presidente de Túnez así como la de la policía ante semejante atrocidad removió las tripas y sacudió las conciencias de los tunecinos que salieron a la calle iniciando el movimiento mundial de protesta.

Todo por una bofetada, símbolo de la prepotencia y desvergüenza de los que ostentan, o más bien pervierten, el poder.

Todo arde si le aplicas la chispa adecuada.

Referencia : «La llama que incendió Túnez«.