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Este fin de semana me he tropezado con un curioso artículo que desgranaba los pormenores de la llamada teoría M – ‘M’ de Membrana – que trata de dar una explicación a la constitución del Universo – los Universos hablando con propiedad – y el comportamiento de las leyes de la física.

Trataré de resumirla brevísimamente – si es que soy capaz de ponerla en pie – en pocas palabras: algunos físicos han llegado a la conclusión – no me pregunten cómo – de que el universo es en realidad una superestructura membranosa constituida por cuerdas de energía que vibran en once dimensiones. Esto – que ya de por sí es una posible causa para que nos estalle el cerebro tratando de asimilarlo – no es todo, la teoría asegura que existen múltiples universos paralelos – múltiples membranas – que coexistirían en la undécima dimensión. Pero no se vayan todavía, aún hay más: otra teoría nos cuenta que el big bang – la gran explosión engendradora de nuestro universo – sería consecuencia del choque de dos universos – membranas – paralelos.

¿Fascinante, verdad?

La idea de los universos paralelos – conocida y divulgada en multitud de ocasiones por el cine, la televisión y la literatura fantástica – me atrae por diversos motivos, quizá el principal sea la posibilidad de la existencia de otro yo paralelo con sus paralelas circunstancias. ¿Habrá conseguido alguno de mis múltiples yo ser un escritor de éxito en esa otra realidad paralela? ¿Se parecerá esa realidad a esta? ¿Seguirán vivo en ella Elvis Presley o Michael Jackson? O por el contrario ¿ni siquiera existirán las magníficas canciones El rock de la cárcel o Thriller?

Hace años leí una magnífica novela escrita por Sthephen King y Peter Straub titulada El talismán en la que su protagonista viajaba entre dos mundos con realidades complementarias aunque totalmente distintas.  ¿Estará esta historia cerca de ser cierta?

La ficción también ha generado su propia teoría y así en Regreso al futuro no sólo es posible viajar al pasado sino que los cambios introducidos por el viajero temporal tiene consecuencias para el futuro de manera que sea crea una realidad alternativa – un universo paralelo – , series como Fringe  establecen que cada una de nuestras decisiones genera una multitud de universos paralelos en los que en cada uno de ellos, nuestro yo vive una realidad distinta en función del camino elegido en un momento determinado. Por ejemplo, si tenemos la opción de cruzar la calle por la ruta A o por la ruta B, el hecho de elegir una de ellas crea una realidad distinta a la elección opuesta, la teoría dice que es posible la coexistencia paralela de esas dos realidades creadas a partir de elecciones personales diferentes.

Es decir, nos convertimos en dioses creadores-inventores-generadores de nuestra propia realidad.

La teoría M no ahonda en estos aspectos que podríamos denominar filosóficos sino que se limita – que no es poco – a postular la existencia de las múltiples realidades-universos membranosos.

Me atrae particularmente imaginarme una realidad vinculada mediante filamentos invisibles de energía – las cuerdas oncedimensionales – porque esto encajaría totalmente con algunas corrientes filosóficas que históricamente atribuían a la existencia una naturaleza única donde todas las cosas y seres vivos estarían interrelacionados entre sí. Si esto fuese cierto, el famoso efecto mariposa“el aleteo de las alas de una mariposa pueden provocar un Tsunami al otro lado del mundo» – cobraría pleno sentido.

Lo bueno es que después de un rato dándole vueltas a todos estos temas – en las que se entremezclan teorías fantásticas, matemáticas complejas y filosofía – uno llega a la conclusión de que sus problemas son una minúscula gota en el vastísimo océano del universo – o universos – o membrana, o como queramos llamarle, lo cual – a mí al menos –  me ayuda a aplicar mi propia teoría de la relatividad: todo en esta vida es relativo, especialmente las que nos preocupan.

Artículo sobre la teoría M y el origen del universo.

Introducción a la teoría M.  

La teoría M

NOTA:
Querido lector
he cambiado la ubicación del Blog, por favor, accede directamente a

www.acortescaballero.com.

Gracias y disculpa las molestias.

Un saludo,

Andrés Cortés

Los historiadores eligen determinados acontecimientos – a posteriori evidentemente – que marcan cambios de ciclo o era. Así, por ejemplo, el 14 de Julio de 1789 cuando el pueblo de París asaltó la prisión de la Bastilla se acababa de fraguar el inicio de la Era Moderna. De la misma manera, desde mi punto de vista, lo que aconteció el 11 de Septiembre de 2001 en Nueva York con el atentado de las torres gemelas fue el verdadero inicio del Siglo XXI, de una nueva  era – ¿espacial? ¿post moderna? ¿tercer milenaria?  – en la historia de la humanidad. Generalmente,  además, los sucesos de la Historia con mayúsculas tienen consecuencias – inmediatas o no – en los que acontecen posteriormente. Así, los atentados del 11S pueden incluso considerarse como el embrión culpable de la actual crisis económica y por lo tanto de nuestro futuro a medio y, me atrevería incluso a decir, a largo plazo.

Me explicaré.

Los terribles atentados sumieron en una depresión colectiva a los Estados Unidos, el consumo se resintió, las bolsas colapsaron y la actividad económica se frenó en seco al estamparse la sociedad americana de manera brutal contra el muro de la realidad, que no era otra que la vulnerabilidad del país más grande y poderoso – o eso creían – del mundo. Era imposible, pero un puñado de fanáticos había conseguido llevar a cabo una matanza en suelo estadounidense. Y en directo, delante de millones de espectadores, lo cual multiplicó el efecto psicológico. De manera que ante semejante panorama, las autoridades políticas y económicas del país decidieron que había que detener como fuera toda la bola de nieve que arrastraba la economía de manera imparable. Por aquel entonces Alan Greenspan presidía la Reserva Federal (Banco Central) de los EEUU y entre él y George W. Bush diseñaron la estrategia que reactivara la economía. Una de las medidas adoptadas fue una gran bajada de los tipos de interés. El dinero era tan barato que los bancos se animaron a prestarlo e incitaron a las familias a endeudarse – era muy fácil devolverlo después – más y más. Se formalizaron millones de hipotecas que luego se llamarían basura (subprime en inglés) con una cláusula muy especial: si alguien no podía pagar – cosa impensable por aquel entonces – podría saldar su deuda con la entrega de la vivienda.  Años después, cuando los tipos subieron y el pago de la deuda se hizo imposible para las familias, el sonido más terrorífico que oirían los banqueros sería el clin-clin de los llaveros cayendo en masa sobre sus mesas de caoba. Para aumentar el nivel de inflamabilidad del sistema financiero, los Bancos Europeos compraron gran parte de aquellas deudas, es decir, se convirtieron en acreedores de los norteamericanos hipotecados. El ingrediente que remató la situación fue que  grupos inversores emplearon el dinero de los fondos de pensiones de cientos de miles de clientes para hacer lo mismo que los europeos: comprar mierda que luego no podrían colocar en ningún sitio.

Y la bola de nieve creció y creció y todo el sistema tan bonito que habíamos montado se desmoronó (esta frase creo haberla usado en otra entrada) como un castillo de naipes… Y ahora seguimos – y seguiremos al menos varios años más – pagando las consecuencias.

Resulta fascinante – no por hermoso, si no por terrible – asistir a las caídas de las fichas del dominó de la historia que sucesivamente desembocan en la caída de otras fichas… lo malo es cuando estamos debajo y los acontecimientos nos aplastan.

Enlaces de interés :

Los atentados del 11-S

La Crisis de las subprime

Llevo algo menos de un mes escribiendo entradas casi a diario en este trozo de papel blanco y creo que ha llegado el momento de hacer un pequeño balance. Tal y como me apuntó con mucho acierto un amigo, escribir en un blog supone la interesante obligación de realizar un ejercicio diario de reflexión y observación cotidiano que habitualmente no hacemos. Es una excusa para no dejar pasar los acontecimientos y la vida sin que nos sentemos a escrutarlos con un poco más de curiosidad de la que aplicamos habitualmente.

Algunas veces las cosas pasan sin más y el exceso de información al que nos somete este siglo veintiuno, nos ha acostumbrado a recibirla y desecharla casi sin efecto. Ingentes sucesiones de titulares e imágenes desfilan a diario ante nuestras retinas maltratadas y si nos parásemos a analizar todas y cada una de ellas, sin duda moriríamos en el intento. En cualquier caso, la excusa de narrar algo medianamente interesante, de plasmar mi opinión o simplemente de contar los sentimientos que me provoca alguna noticia o algún comentario, me está resultando sumamente enriquecedor en lo que respecta a mi relación con el mundo.

Por ese motivo, con afán de mejorar, agradaría que los lectores de esta entrada hicieran comentarios al respecto: qué les parece el blog, qué cambiarían, qué mejorarían, qué suprimirían, por qué no les gusta, por qué sí. Si han leído algún relato les agradecería que comentasen – con descarnada sinceridad, se lo ruego – qué les ha parecido. Estoy abierto a las críticas y tal y como decían Barlow y Møller en su libro «Una queja es un regalo» pues eso, idem.

Por favor, sugieran temas, secciones, mejoras, lo qué buenamente se les pase por la imaginación, que al fin y al cabo se trata de compartir experiencias o unas letras.

Y como no me canso de decir, ante todo, un millón de gracias por leerme.

Hace unas semanas se produjo en un pueblo de Ávila un enfrentamiento entre vecinos, los que defendían recuperar los restos de fusilados republicanos de una tumba para trasladarlos a una fosa común y los que no. Confieso que me cuesta trabajo entender los argumentos de los primeros y trato de hacer el ejercicio de imaginar qué sentiría yo si mi abuelo estuviera enterrado en una cuneta junto a otras decenas de miles. No me considero una persona religiosa, pero reconozco que cuando mi abuelo murió – me encontraba fuera y no pude acudir a su entierro-, no fue hasta que no me presenté en el cementerio para decirle adiós cuando logré serenarme conmigo mismo.

Mi abuelo tuvo la suerte de luchar en el bando vencedor y en mi infancia la guerra (por supuesto la palabra «Civil» la añadí mucho más tarde) era una cosa abstracta en la que él no había pegado un sólo tiro (se encargaba de cablear las comunicaciones) y se le cayó una casa encima durante un bombardeo. Una abstracción histórica en la que los italianos cayeron como moscas en la vanguardia de cierta batalla que luego averigüé fue la de Guadalajara, recuerdo bien su cara de espanto al contar cómo los vio caer de cien en cien arrasados por las ráfagas de ametralladora.

De niño nunca llegué a plantearme quién era el bueno o el malo, tampoco me lo inculcaron, y con el tiempo formé mi propia opinión, supe del golpe de estado, de la dictadura de Franco… (un señor calvo y con bigote que murió cuando yo era un crío y que estaba en una urna de cristal). Ahora sé que fue un dictador frío y despiadado aliado con la Iglesia (la misma que ayer, en Madrid, recibió entre alabanzas a su líder con el dinero de todos) que aplastó a los vencidos durante cuarenta largos años.

Creo que lo mínimo que merecen las familias de los represaliados es dar una sepultura decente a sus muertos.

Un tío abuelo de mi mujer no tiene la suerte de poder ser enterrado, sus asesinos se encargaron de incinerarlo vivo en la plaza de toros de Badajoz, tenía dieciocho años y era agricultor.

El ayuntamiento de ese pueblo de Ávila quiere cometer la salvajada de recordar a sus fusilados repitiendo el acto ignominioso de lanzarlos a un hoyo anónimo, para que los huesos y cenizas de unos y otros se amontonen como basura que hay que enterrar para que no huela.

No puedo entenderlo.

No podremos hablar de cerrar capítulo, pasar página, mirar al futuro y demás convencionalismos, hasta que no apacigüemos el dolor – nunca remitirá del todo -, recordando, homenajeando o cincelando en una lápida el nombre de nuestro abuelo, de nuestro padre, de nuestro hermano… Entonces miraremos las letras rectas que conforman el único recuerdo de una vida arrancada por una guerra sangrienta y murmuraremos una plegaria, una poesía o un simple adiós.

Y los muertos, pero sobre todo los vivos, al fin, descansarán en paz.

 Referencias:

La masacre de Badajoz:  http://es.wikipedia.org/wiki/Masacre_de_Badajoz

El alcalde de Poyales aviva el enfrentamiento: http://www.publico.es/especiales/memoriapublica/391149/el-alcalde-de-poyales-aviva-el-enfrentamiento

La batalla de Guadalajara: http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Guadalajara_(1937)