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Probablemente soy un optimista redomado y no tengo remedio, pero por ahora prefiero no cambiar, tampoco es que me haya ido tan mal – ni tan bien – con esta actitud, como mínimo me río.

Confieso que ayer me acosté a las tantas asistiendo – vía twitter todo hay que decirlo, ante la vergonzosa y vergonzante actitud de avestruz de los medios de comunicación españoles – al incendio – literal – de Atenas. Tras la votación del parlamento en la que los gobernantes griegos y los parlamentarios de la oposición socialista se dejan hacer su gentilicio, la gente salió a las calles. Hay agoreros que ya dan por hecho una futura – un futuro cercano – guerra en Europa y otros que hablan de que Grecia fue el principio de la civilización Occidental y también será el fin.

Pero yo veo las fotos, leo en mensajes de 140 caracteres cómo un país se suicida y el resto de Europa le acerca – le acercamos – la soga y el taburete, y sonrío.

Sonrío porque susurro despacio y con cuidado la palabra perfecta.

La palabra que otras noticias escriben en mi mirada.

En el hospital Virgen del Rocío de Sevilla ha nacido Estrella, una niña que significará, a parte de una inmensa alegría para sus padres, la posibilidad de que su hermano Antonio, de cinco años, viva. Los médicos han seleccionado a Estrella por su ADN y han conseguido que nazca con la capacidad de donar a su hermano células de cordón umbilical que le salvarán la vida.

Antonio tiene una una grave enfermedad hematológica que afecta a la médula ósea y necesita de continuas transfusiones, amén de tener escrita una sentencia de muerte segura, en pocos años.

«En el hospital Virgen del Rocío de Sevilla ha nacido Estrella, una niña que significará, a parte de una inmensa alegría para sus padres, la posibilidad de que su hermano Antonio, de cinco años, viva.»

Yo escucho a los emocionados padres, veo la cara hinchada y arrugada de Estrella y siento que la palabra perfecta se pronuncia incluso sin querer. Imagino la vida de Antonio, llena de problemas, de incertidumbre, de deseos, de lucha y de retos, y me siento feliz. Me siento feliz porque la vida, a pesar de ser a veces una sucesión de puertas cerradas por las que se cuela el humo del incendio que amenaza con devorarnos, es maravillosa.

Y no hay que bucear mucho, ni siquiera rebuscar entre las portadas para encontrar motivos que inviten a pronunciar la palabra perfecta.

Esa palabra es hoy, y lo será siempre, esperanza.

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